por Carlos Hidalgo
La ilusión, el imaginario de un mundo feliz, el lapsus atribulado de la vida moderna, la tensión latente entre la proyección del mundo ideal y el real, es la génesis, el punto de partida de una terapia abierta.
El tiempo y el lugar, el marco histórico, la sensación de haber perdido una oportunidad de cambiar el status quo, más las aflicciones de carácter personal, dieron origen a una obra impostergable, a un canto único y desgarrador. A mediados de mil novecientos setenta y uno, Joni Mitchell editaba su obra cumbre: "Blue".
El planteo, el desarrollo del trabajo, se basó en la idea de sostener la base expresiva transitada hasta ese momento, el espíritu folk característico de sus primeros discos. El predominio de una sonoridad acústica, de una instrumentación estudiada, medida para dar su justa dimensión, fue una decisión artística inteligente.
Joni Mitchell, dueña de una extraña, fascinante habilidad para crear melodías intrincadas, envueltas en inusuales armonías y devolverlas en una reposada simpleza, con si fuese le paso obligado, natural, alcanza aquí su máxima expresión.
La fina, inspirada poesía, que desnuda sentimientos, que se extravía en la soledad, en el amor perdido, en la relación filial y social, en el frágil equilibrio que divide su éxito profesional y su turbulenta vida privada.
Una lectura minuciosa, una deconstrucción en múltiples planos de interpretación, refleja al mismo tiempo, el desamparo, la desolación de una generación que ha estado a la puerta de un nuevo orden y cayó en las garras del conservadurismo más extremo.
“Blue” es un álbum crudo, de tinte autobiográfico, sin auto censura, donde el miedo paralizante respira sin prisas y sin pausas, a bordo de un flujo emocional intenso e insostenible. A medio siglo de su edición original sigue siendo un disco esencial, inevitable.
Este link conduce al canal oficial del artista, donde se puede reproducir en forma gratuita, el álbum completo https://www.youtube.com/watch?v=Wq2jhs19_V8...
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