Presente Perfecto
- La Señal Musica
- 23 sept 2021
- 2 Min. de lectura
Por Fernando Infante Lima
La vida artística de Guillermo Piccolini, ha estado partida, repartida entre España y la Argentina. La madre patria le dio cobijo a mediados de la década del ochenta, en donde fue miembro fundador del premiado y exitoso combo Los Toreros Muertos. A su regreso, ya avanzada la década del noventa, se unió a su amigo Roberto Pettinato para armar Pachuco Cadáver, el atractivo grupo semi experimental, injustamente ignorado y tardíamente rescatado como uno de los secretos mejores guardados de la música de Argentina.
El cambio de siglo, le permitió subirse a Venus, su dúo con Mariana Olmi y soltar su espíritu inquieto a un sinfín de proyectos, que cruzó en su camino a músicos de distinta edad y extracción artística. La idea de escapar a fórmulas establecidas y sostener un agudo sentido del humor, de experimentar sobre bases propias, le permitió trazar un camino curioso, singular; con ondulaciones entre éxito arrollador y el célebre, quebradizo status de culto.
La idea de trabajar sobre una nueva colección de canciones, alteró el universo de Picolini, en el que el productor, que venía predominando desde hacia tiempo, se vio obligado a ceder el paso, el espacio al músico. La impureza, la canción desnuda, enciende el concepto de "Futuro Imperfecto", que se sube a cruzas, a alteraciones espontaneas, esas que anidan en la música de Piccolini. Una baguala psicodélica, una polca deforme, un tango rockeado, una suma de construcciones imprecisas que intimaron, en mayor o menor medida en toda su obra, pero se referencian fuerte en Pachuco Cadáver.

La austeridad, la economía de recursos, la instalación de la canción en primer plano, alejada de artificios que puedan distraer la atención, se convirtió en el eje primordial del disco. El diseño de sonido, simple, despojado, se asienta en la base de guitarra/piano y voz, aun cuando hay una presencia percusiva que persiste en segundo plano y arreglos puntuales que abren el juego a un bandoneón, una viola y un acordeón.
El día a día, la ciudad, ganan las líricas a modo de aguafuentes, deteniéndose en el costumbrismo desde una mirada repartida entre la nostalgia y el humor. La dualidad, infecta y define los estados de ánimo, que por momentos se asoman a una euforia optimista y en otros se ahogan en una dulce melancolía.
La ambigüedad se siente en el estilo Piccolini, que en su apuesta se percibe el juego a dos bandas, en un disco que es muy folclórico para ser rock y demasiado rockero par ser folclore. Las etiquetas limitan esa confluencia de música popular, que se nutre sin filtros de aires urbanos y en su particular alquimia define los modos y formas de su arte.
El inspirado regreso de Piccolini, alcanza en “Futuro Imperfecto” su punto más alto y se instala, inscribe entre los discos más interesantes del año.
Este link conduce al canal oficial del artista, en donde se puede reproducir en forma gratuita, el álbum completo.
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