Por Fernando Infante Lima
El Rastrillo de Kiko Dinucci barre con los prejuicios, la abulia, la ausencia, la injusticia; es un grito crudo, eminentemente político, en el que las palabras sobran, la carga simbólica de las personas referenciadas en los títulos de las canciones expresan con fidelidad su pensamiento: "Marquito", en referencia al guerrillero Marco Antonio Bras de Carvalho, "Dada" evocando a la cangaceira Sergia Ribeira Da Silva, "Gada" habla de Jacimba Gaba, una princesa de Angola, que al ser esclavizada en Brasil se transforma en una impiadosa guerrera y sin una mención explícita, se percibe el eco de Glauber Rocha.
La inmensa riqueza multi cultural de Brasil queda expuesta, desde el aire tropical de un viejo samba, abordadado desde una osada relectura, a las menciones del "sertao" del nordeste, donde la cultura yoruba es muy fuerte y el sincretismo religioso reina, hay espacio para el perfume nativo de la floresta, la raíz africana y para el abordaje urbano en la presencia de artista de rap.
La mixtura es la esencia del disco, el bagaje cultural de Kiko (que es también director de cine) se impone aportando elementos asociados al punk, al hardcore, en un disco donde la guitarra es la protagonista excluyente. El samba, el punk y el canto africano a los orixas, caben en una misma canción, ese poder de síntesis, es quizá la mejor traducción, de un Brasil disociado, fundido en un espeso caldo político, que atenta contra su propia historia, contra su memoria.
Kiko Dinucci grita su rabia y pasa el "Rastrilho", en un álbum de denuncia; incendiario, urgente, necesario, que eleva su nombre y lo asocia a los músicos más importantes de Brasil.
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