Por Fernando Infante Lima
El misterio, el asombro y ciertas certezas que asume como principios básicos, inquebrantables, asoman en la visión de un hombre que ha vivido la misma vida de tantos, ahogado en la rutina diaria y descansando en el calor de su familia.
La industria discográfica siempre ha tenido una lógica de negocios, que nunca ha sido equivalente a la noción de justicia. A principios de la década del setenta, los ejecutivos de las compañías disqueras, solían salir a la caza de nuevos talentos, en una exhaustiva recorrida por los clubes de Londres.
Bill Fay, un joven canta autor idealista, romántico, melancólico; llamo la atención del personal de Decca y acepto el ofrecimiento de un contrato con Deram, una subsidiaria del grupo. "Bill Fay" en 1970 y "Time of the Last Persecution" en 1971, se ganaron el favor de la crítica, pero fueron ignorados por el público.
Las teorías que se elaboraron para intentar entender su baja performance, fueron múltiples y abarcaron distintos focos de interés. La discusión independientemente del pensamiento que cada uno sostuviese, confluía siempre en un mismo punto: es posible que el hecho que envolviera sus bellas melodías en rimas que expresaban su inocultable pesimismo, hayan ido en dirección contaría al clima de la época.
La fiebre de ventas desatada en la década del sesenta, alentó a los sellos a firmar contrato con cualquier figura promisoria, por temor a perderse un gran negocio. El vértigo de la sobre producción, sumió en el olvido a obras y artistas valiosos. Bill Fay, al igual que el enigmático Rodriguez, retratado en la película "Searching for Sugar Man", integraron el selecto grupo de elegidos, de afortunados a los que la vida les dio una segunda oportunidad.
A fines del siglo veinte, Bill Fay, apartado del mundo de la música desde los primeros años de la década del setenta, fue sorprendido por una primera reivindicación: la re edición de sus discos. La sorpresa fue descubrir, que sus discos, al haber estado fuera de catálogo, habían alcanzado la estatura de culto. Fay, a pesar de ser reivindicado públicamente por artistas de distintas generaciones, abrazo con fuerza el destino de vivir la vida de tantos, el hecho de ser un hombre común.
Una conjunción de factores, se unieron para quebrar la decisión de Bill Fay, que por esos días, ya contaba con tiempo libre al haberse retirado. El productor Joshua Henry, que había crecido escuchando los viejos discos de la colección de su padre, fue quien lo convenció de escribir y grabar una vez más, para lo cual, reservo el estudio, contrato los músicos para la banda de apoyo y el mismo se puso al frente de la producción. -- "Life is People" en 2012 y "Who is the Sender" en 2015, cimentaron el camino para "Countless Branches", editado en los primeros días de 2020. El álbum contiene una colección de canciones luminosas, sensibles, vulnerables, que expresan su incondicional fe en la condición humana. A diferencia de los discos que marcaron su regreso, el diseño de sonido es simple y está atado a la evolución de su piano y la emoción genuina que emerge en su voz.
El vértigo es el signo de este tiempo, Bill Fay, un artista presente que se ha formado en otro tiempo, invita a perderse en una discografía breve e imprescindible.
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